sábado, 8 de septiembre de 2018

Triunfan los que creen (Miscelánea)

Érase una vez, un hombre que vivía muy cerca de un importante cruce de caminos. Todos los días a primera hora de la mañana llegaba hasta allí, donde instalaba un puesto rodante en el cual vendía pasteles que él mismo horneaba.

Era sordo, por lo tanto no escuchaba radio; no veía muy bien, entonces no leía los diarios, ni tampoco miraba televisión... pero eso si, vendía exquisitos pasteles.

Meses después alquiló un terreno, levantó un gran letrero de colores, y personalmente pregonaba su mercancía gritando a todo pulmón: "Compre deliciosos pasteles calientes". La gente compraba cada día más... aumentó la compra de insumos, alquiló un terreno más grande y mejor ubicado, y sus ventas se incrementaron día a día.

Su fama aumentaba y su trabajo era tanto que decidió buscar a su hijo, un profesional de una gran ciudad para que lo ayudara a llevar el negocio.

Al llamado del padre, su hijo respondió:
- Pero papá, ¿no escuchas la radio, ni lees los periódicos, ni ves la televisión...? Este país está atravesando una gran crisis, la situación es muy mala, no podría ser peor.

El padre pensó:
- Mi hijo trabaja en una gran ciudad, lee los periódicos y escucha la radio, tiene contactos importantes, debe saber lo que habla...

Así que revisó sus costos, compró menos pan y disminuyó la compra de cada uno de los ingredientes, y dejó de promocionar su producto. Su fama y sus ventas disminuyeron día a día... tiempo después desmontó el letrero y devolvió el terreno.

Aquella mañana llamó a su hijo y le dijo:
- Tenías razón, verdaderamente estamos atravesando una gran crisis.

La historia de la humanidad demuestra que sólo triunfan aquellos que creen poder hacerlo. Que no hay crisis, o profecía alguna que pueda con un hombre que tiene la determinación de triunfar; que si enfrentamos la noche pensando en el fracaso, amaneceremos con el temor de fracasar.

Federico