martes, 19 de febrero de 2019

El hombre de la ventana (Miscelánea)

Dos hombres, ambos muy enfermos, ocupaban la misma habitación de un hospital. A uno se le permitía sentarse en su cama cada tarde, durante una hora, para ayudarle a drenar el liquido de sus pulmones. Su cama daba a la única ventana de la habitación.

El otro hombre tenía que estar todo el tiempo boca arriba. Los dos charlaban durante horas. Hablaban de sus mujeres y sus familias, sus trabajos, su estancia en el servicio militar, dónde habían estado de vacaciones. Y cada tarde, cuando el hombre de la cama junto a la ventana podía sentarse pasaba el tiempo describiendo a su vecino todas las cosas que podía ver desde la ventana.

El hombre de la otra cama empezó a desear que llegaran esas horas, en que su mundo se ensanchaba y cobraba vida con todas las actividades del exterior. La ventana daba a un parque con un precioso lago: patos y cisnes jugaban en el agua, mientras los niños lo hacían con sus cometas.

Los jóvenes enamorados paseaban de la mano, entre flores de todos los colores. Grandes árboles adornaban el paisaje, y se podía ver en la distancia una bella vista de la línea de la ciudad.

Según el hombre de la ventana describía esto con detalle exquisito, el del otro lado de la habitación (el que estaba acostado) cerraba los ojos e imaginaba la idílica escena.

Una tarde calurosa, el hombre de la ventana describió un desfile que estaba pasando. Aunque el otro hombre no podía oír a la banda, podía verlo, con los ojos de su mente, exactamente como lo describía el hombre de la ventana con sus mágicas palabras.

Pasaron días y semanas. Una mañana, la enfermera de día entró con el agua para bañarles, encontrándose el cuerpo sin vida del hombre de la ventana, que había muerto plácidamente mientras dormía. Se llenó de pesar y llamó a los ayudantes del hospital, para llevarse el cuerpo.

Tan pronto como lo consideró apropiado, el otro hombre pidió ser trasladado a la cama al lado de la ventana. La enfermera lo cambió encantada y, tras asegurarse de que él estaba cómodo, salió de la habitación.

Lentamente y con dificultad, el hombre se irguió sobre el codo para lanzar la primera mirada al mundo exterior; por fin tendría la alegría de verlo él mismo. Se esforzó para girarse despacio y mirar por la ventada al lado de la cama... y se encontró con una pared blanca.

El hombre preguntó a la enfermera qué podría haber motivado a su compañero muerto para describir cosas tan maravillosas a través de la ventana.

La enfermera le dijo que el hombre era ciego y que no habría podido ver ni la pared, y le indicó:

-Quizás quería animarle a usted.

Es una tremenda felicidad el hacer felices a los demás, sea cual sea su situación. El dolor compartido es la mitad de pena, pero la felicidad, cuando se comparte, es doble.

Federico

miércoles, 9 de enero de 2019

Fábula China (Miscelánea)

Allá por el año 250 A.C., en la China antigua, un príncipe de la región norte del país estaba por ser coronado emperador, pero de acuerdo con la ley, él debía casarse. Por ello decidió hacer una competencia entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta.

Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío. Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe.

Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración. Sin poder creerlo le preguntó:

“¿Hija mía, que vas a hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Sácate esa idea insensata de la cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura”.

Y la hija respondió: “No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar por algunos momentos cerca del príncipe. Esto me hará feliz”.

Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más determinadas intenciones.
Entonces el príncipe anunció el desafío: “Daré a cada una de ustedes una semilla. Deben cultivarla con amor y hacerla crecer. Aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses será escogida por mí, esposa y futura emperatriz de China”.

El tiempo pasó y la joven, como no tenía mucha habilidad en las artes de la jardinería, cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse por el resultado.

Pasaron los seis meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo. Consciente de su esfuerzo y dedicación la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos.
Se presentó, con su vaso vacío. Todas las otras pretendientes tenían una bella flor. Ella estaba admirada.

Finalmente, llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de observar todas las flores anunció su decisión.
Aquella bella joven con su vaso vacío sería su futura esposa. Nadie entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada.

Entonces, con calma el príncipe explicó: “Esta fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: la flor de la honestidad.
Todas las semillas que entregué eran estériles”.

“SI PARA VENCER, ESTUVIERA EN JUEGO TU HONESTIDAD, PIERDE. Y SERÁS SIEMPRE UN VENCEDOR”.

Federico